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Noche de embrujo en Zúrich

— Nota sobre el concierto de Diego El Cigala, Zúrich, 19.10.2018. Por María José Burguillos del Valle de ©PuntoLatino

 

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La voz más internacional del Flamenco brindó la noche del 19 de octubre un concierto ante más de mil personas que inundaron de olés de todos los acentos el Volkshaus de Zúrich. Con la maestría de quien se sabe dueño de su arte, acompañado al piano por el virtuoso Jaime Calabuch y rodeado de un público entregado desde el inicio, Diego El Cigala fue encadenando uno tras otro los éxitos con los que ha ido jalonando sus más de treinta años de carrera musical y que conmemoran ahora los tres lustros de la publicación de su ya legendario Lágrimas negras, un álbum gestado junto a Bebo Valdés y que supuso un antes y un después en la trayectoria de quién estaba predestinado a ascender al Olimpo del Flamenco para ocupar uno de sus tronos.

Este concierto, el único ofrecido en Suiza, se enmarca en la gira internacional en la que Diego El Cigala paseará su embrujo por ciudades tan emblemáticas como Moscú, San Francisco, Miami, Bogotá y su natal Madrid, y en el que se pueden escuchar además de sus clásicos, temas de Indestructible, su último trabajo hasta la fecha, un disco que en palabras de su autor “refleja el alma de la salsa, un género que demuestra que no existen las fronteras”.

Es la voz del cantaor un torrente inagotable de notas, colores y matices, que desde el quejío más al gusto de los puristas del cante, hasta los timbres de la copla y de la salsa, despliega el arcoiris de su prodigiosa e inconfundible voz. Con su donaire y su aura mística de Rey Gitano, no tardó El Cigala en convocar al duende y meterse a la fervorosa concurrencia en el bolsillo. Arrancó el concierto El Cigala con “Te quiero” y no se hicieron esperar sus “Lágrimas negras”, tema que permitió a Calabuch deleitar al respetable con la magia de sus dedos, mientras el cantaor acompasaba con sus palmas y sus bongos una melodía que fusiona flamenco y salsa en una amalgama perfecta. Tras la unánime ovación del público, continuó el Maestro con canciones tan esperadas de su repertorio como “Corazón loco”, “Amigo” (tema que por sus gestos y miradas pareció dedicar a su inseparable pianista), el bolero “Inolvidable” y “Amar y vivir”, para ya en los bises finales recrearse con la imprescindible “Bien Pagá” y cerrar su actuación con una memorable “Dos Gardenias”, qué levantó a la concurrencia de nuevo mientras se multiplicaban los aplausos y los vítores, antes de que la audiencia fuera abandonando el teatro en medio del entusiasmo general.

 


 

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