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Patricio Guzmán (Chile): ... cuando esta verdad se haga colectiva, la Historia recuperará su rol


— Luis Vélez Serrano entrevista al director de cine Patricio Guzmán (Chile) sobre su película «Nostalgia de la Luz».



— En «Nostalgia de la luz», todos los que estudian el pasado se dan cita, los paleontólogos, los arqueólogos, los geólogos, los historiadores, los astrónomos (que estudian el pasado del pasado). A éstos se añade el grupo de «Mujeres de Calama» que buscan, escarban la tierra, buscando un pasado relativamente reciente: los restos de sus seres queridos asesinados por la dictadura de Pinochet. ¿Cómo se gestó la idea de esta interesante alegoría de interrogar el pasado incluyendo los Derechos Humanos?

— En realidad todo está reunido en el desierto de Atacama. El desierto es un territorio compuesto de viento, sal, minerales, momias, dibujos prehistóricos, animales petrificados y minas abandonadas del siglo XIX. Hay huesos humanos de todas las épocas. Y también están las enormes cúpulas de los observatorios astronómicos que parecen naves espaciales donde trabajan los astrofísicos. Todo está reunido en un radio de mil kilómetros. Y finalmente están las mujeres que buscan los restos de sus familiares desaparecidos… Trabajé en este guión durante cinco años aislado en mi casa. En la mitad del proceso me di cuenta que tenía que cruzar cada una de las historias (las mujeres, los arqueólogos, los astrónomos, etc.) porque son historias que casi nunca se tocan. Los astrónomos no hablan por regla general con los arqueólogos y viceversa. Cuando empecé a cruzar esas historias ”apareció” la película. La segunda dificultad fue encontrar a los personajes. Porque cuando uno trabaja aislado corre el riesgo de empezar a inventar una realidad que no existe. De tal manera que recorrí el desierto y la ciudad de Santiago durante un tiempo hasta encontrar a todos los personajes. No habría podido hacer la película sin ellos.



— La historia tiene mucho por decir en Chile y en el mundo sobre las dictaduras del s. XX, entre ellas la de Pinochet. Falta mucho por esclarecer ... No sólo la historia, el derecho, la política deben aportar, también el arte sin convertirse en panfleto, puede aportar, Usted lo demuestra con «Nostalgia ...» [«un país sin cine documental es como una familia sin álbum de fotografías»], ¿qué derroteros sugeriría Usted en este orden para el aporte del arte ...?

— Los documentales sobre el pasado son muy valiosos para el conjunto de la sociedad, sin duda alguna, a condición que utilicen las reflexiones singulares, el lenguaje poético, las metáforas, sin caer en los estereotipos que utilizan casi todos los filmes sobre los derechos humanos. Lamentablemente una buena parte de los documentales sobre el tema indígena, ecología, derechos de la mujer o energías renovables, son un catálogo de lugares comunes. No tienen desarrollo dramático y no conmueven a nadie.



— Violeta Berríos de las «Mujeres de Calama» dice en el documental: qué lindo sería que los telescopios que escrutan el cielo, pudiesen también penetrar las entrañas de la tierra ... ¿Cómo darles un poco de paz a esas investigadoras que quizá no lleguen a ver el resultado de sus búsquedas? ¿Qué debería hacer la sociedad?

— Hacerles caso, publicar sus historias, divulgar sus actividades, filmar sus testimonios, invitarlas a los centros de enseñanza para que hablen de su experiencia a los jóvenes, presionar a los jueces para que la justicia avance más rápido, etc.



— Miguel, siendo arquitecto y no historiador, reconstruye en parte la historia de la «cárcel» de Atacama. ¿Cómo podemos todos juntos reconstruir algo de esa historia? [«la memoria es un centro de gravedad del que no se puede escapar» ...]

— Tomar conciencia de que el “pasado” constituye una parte fundamental de la vida humana y de la materia en general, de los átomos, de las estrellas, de la Galaxia… Tomar conciencia de esto es entrar verdaderamente en el futuro. Cuando esta verdad se haga colectiva la Historia recuperará su rol.



— Valentina, la astrónoma que fue secuestrada por la dictadura cuando tenía sólo un año de edad, se refiere al trauma como a una «falla de fábrica» en un producto. El trauma lo hemos sufrido todas las víctimas de la dictadura(*), la expresión (artística, científica, periodística u otra) nos ayuda a liberarnos de ese trauma ¿a Usted también?

— Yo creo que no es una cuestión de liberación, sino de aprender a convivir con esa experiencia para poder seguir adelante.



— El financiamiento del filme provino de España, Francia y Alemania. ¿Chile contribuyó satisfactoriamente en la empresa? ¿Cómo ve las perspectivas para recuperar la memoria colectiva en la actual administración chilena?

— Esta película efectivamente contó con el apoyo de Francia, España y Alemania. Pero fue rechazada dos veces el CNC (Centre National de la Cinématographie) y por 14 canales de televisión de Europa. Entre ellos Arte y Canal Plus (Francia), TSR (Suiza), VPRO (Holanda), etc… Muchos responsables dijeron que el proyecto no les parecía convincente. Puede que ellos tuvieran una parte de razón. Pero ahora, después que la obra hizo 62.000 espectadores en las salas de Francia y estuvo en Cannes (Sélection Officielle) y ganó el Premio Europa… ¡todavía no la compran!... En Chile fue rechazada por las dos subvenciones del Estado que hay. Sin embargo esto no me sorprendió nada. Ninguno de mis documentales ha sido comprado por la televisión chilena y ninguno ha ganado una subvención del Estado… Las perspectivas para recuperar la memoria histórica colectiva en Chile son a largo plazo. No hay que olvidar que un gobierno de la transición política (centro izquierda), que gobernó el país 20 años, rescató a Pinochet de la justicia internacional cuando el dictador estaba detenido en Londres.



— ¿Es la primera visita suya a Suiza?


— Si...



— ¿Suiza en pocas palabras para Usted?

— Conozco Suiza a través de sus grandes documentalistas, a quienes admiro, como Richard Dindo, Pio Corradi o Ulrike Koch…




(*) Luis Vélez-Serrano es licenciado en filosofia y letras por las universidades de Friburgo y Neuchâtel y tiene una maestría en ciencias de la información por la Fachhochschule de Chur. Fue víctima de las dictaduras militares de Bolivia y Chile, durante la primera estuvo más de un año en la cárcel y durante la segunda estuvo 45 días preso en el Estadio Nacional de Santiago de Chile. Llegó a Suiza en 1973 gracias a la Cruz Roja Internacional, con certificado de viaje para «apátridas», en un avión fletado por el gobierno suizo, junto al contingente de exiliados. Hoy es, y desde hace más de 30 años, ciudadano suizo-boliviano. Actualmente es coordinador de PuntoLatino.

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