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La «Buena Vida» desplazada

— Entrevista exclusiva con Jens Schanze director del documental “La buena vida” (2015), por Dr. iur. Claudia Gafner-Rojas, Zúrich 17 de enero 2016

En entrevista exclusiva para PuntoLatino el cineasta alemán, Jens Schanze, habló en detalle sobre su último documental, «La Buena Vida», una obra que aborda la delicada temática del reasentamiento. «La Buena Vida» cuenta la conmovedora historia del reasentamiento de un pueblo indígena de la Guajira colombiana por la presión de una monstruosa empresa multinacional extractora de carbón. Se documenta aquí la lucha digna y pacífica de la comunidad de Tamaquito, perteneciente a la etnia wayuu, por quedarse en su territorio, en el de sus ancestros, en donde habitan sus espíritus sagrados; por sus derechos legítimos a su autodeterminación, a su cultura y en últimas a su sobrevivencia. En definitiva, una lucha más extrema aún que la de David contra Goliat, que no deja indiferente a nadie y que nos obliga a reflexionar sobre la superficialidad de nuestro mundo occidental.

 

cine buenavida claudia200Tras la proyección de la película en su preestreno en Zúrich, Jens Schanze respondió amable y relajadamente a las siguientes preguntas:

— PL: Es admirable y conmovedor que un extranjero se fije en la problemática de un pequeño pueblo indígena de la Guajira colombiana. ¿Cómo llega usted a la historia de Tamaquito?
— J.S.: Sobre este tema en particular me enteré a través de un amigo suizo. El me puso en contacto con la ONG Arbeitsgruppe Schweiz Kolumbien (Grupo de trabajo Suiza Colombia). Para mi era muy claro que yo no podía viajar allí solo, en primer lugar porque, posiblemente no hubiera sido recibido por ninguno de los pueblos que viven la problemática de la que se ocupa el documental. En segundo lugar, ese era y sigue siendo aun un lugar en el que las FARC están presentes y donde hay contrabando, principalmente de “gasolineros”, es decir donde se presenta un alto nivel de criminalidad. Así que era claro que no podía ir solo allí. Por ello aproveché la oportunidad de acompañar al grupo de trabajadores de la ONG que estarían haciendo trabajo de campo allí y que conocen muy bien la región porque han estado varias veces allí y porque conocen muy bien las comunidades que fuimos a visitar, incluyendo Tamaquito. Ellos eran por tanto personas de confianza, que me facilitaron la entrada en esa comunidad.


— PL: En 2001 usted trató ya en un documental el tema del reasentamiento de poblaciones por la explotación del carbón, esa vez en Alemania. ¿Qué diferencias y que coincidencias encuentra entre aquella situación y la de Tamaquito?
— J.S.: La diferencia principal, para mi, entre los reasentamientos que observé en Alemania y en Colombia es que la comunidad en Colombia quedó intacta. Es absolutamente el único caso que conozco en el que se consigue que, tras un proceso de reasentamiento de este tipo, la cohesión interna de la comunidad se mantuvo. En otros casos que conozco, independientemente de donde, Alemania, Colombia o cualquier otro lugar donde he investigado, la multinacional logra siempre, bien mediante ofertas de dinero a los que se oponen al traslado o bien a través de intrigas, desintegrar la comunidad. Cuando se consigue convencer al primer miembro, ya se puede dar por perdida la comunidad. A partir de ahí cada uno lucha por sí mismo y desaparece la solidaridad y con ello la fuerza de enfrentarse como comunidad a la multinacional. Este es el punto diferenciador decisivo que yo pude constatar en el caso de Tamaquito.

Por lo que se refiere a las coincidencias señalo, por ejemplo, la carga emocional que conlleva un reasentamiento de este tipo o el trauma que supone no poder seguir ejerciendo la determinación sobre la vida en el lugar donde se quiere vivir. En el derecho alemán se ha consolidado el principio según el cual el derecho individual cede a favor del interés colectivo. No se considera en este caso que el derecho individual se quebranta sino que se retrae porque prevalece el bienestar general sobre el individual. De esta manera cuando se considera que la explotación de una materia prima contribuye al interés general, el interés individual debe ceder. Esto predica la jurisprudencia en Alemania. Por su parte en Colombia el Estado de derecho es mucho menos pronunciado. La presencia del gobierno colombiano en esta región es prácticamente inexistente, de tal forma que el enfrentamiento se reduce a las negociaciones entre la multinacional y la comunidad local, con el desequilibrio de fuerzas que esto supone. Esto me lleva a mencionar otra coincidencia con el caso en Alemania, donde si bien hay un marco jurídico normativo, en últimas también las negociaciones tienen lugar entre la respectiva multinacional y los propietarios individuales de casas o terrenos. Lógicamente la multinacional se debe acoger a las disposiciones legales, sin embargo en el proceso el Estado no está más presente.

 

— PL: Y en relación con la especial vinculación que poseen los pueblos indígenas con la tierra, ¿cómo aprecia usted estas diferencias?

— J.S. Esta relación profunda y sobre todo espiritual con la tierra en la que se vive es naturalmente especialmente marcada en el caso de los pueblos indígenas, en el caso concreto de los wayuu. Esta especial vinculación, al menos así lo aprecio en Alemania, no se presenta, en virtud de que en general la espiritualidad en la vida diaria no juega un papel importante. El hecho de que la tierra o el suelo en el que se vive no solo se considera como un símbolo, sino mucho más como una madre, hace lógicamente el proceso de reasentamiento, de abandono de su territorio, no solo difícil sino inimaginable para la gente de Tamaquito, para los wayuu. Existe para ellos la tradición según la cual, cuando un niño nace, el trozo de cordón umbilical que cae es enterrado detrás de la casa, como señal de vinculación con la tierra. En ese momento la tierra adquiere un carácter sagrado. Por ello es impensable irse de ese lugar o dejar ese terreno.


— PL: ¿Se tiene un sentimiento similar cuando en Alemania una persona tiene que abandonar la tierra de sus ancestros, de su familia?
— J.S. Para los campesinos que sufren procesos de reasentamiento en Alemania, es decir, los campesinos cuya familia desde generaciones, desde cientos de años, parcialmente han cultivado el mismo suelo también manifiestan una profunda relación con esa tierra. No quisiera afirmar rotundamente que se trata de una relación espiritual, aunque tampoco la quiero descartar. Para los campesinos en Alemania es también muy difícil dejar la tierra de la que vivieron su padre, su abuelo, su bisabuelo, en especial considerando el hecho de tener que ir a ocupar un suelo ajeno con el que tienen que empezar de nuevo a acostumbrarse.


— PL: Se observa actualmente un buen número de películas de temática indígena. ¿Cree usted que esto obedece a una toma de consciencia sobre la importancia de estos pueblos y del respeto que merecen o se trata quizás de una cuestión de moda o de pose?

— Creo que la ausencia de espiritualidad y de vinculación con el entorno, con la tierra en las personas de nuestra sociedad se hace cada vez más acentuada y más evidente. De ahí que crezca la añoranza, el anhelo hacia este aspecto en los seres humanos de nuestra cultura fuertemente marcada por el materialismo. Considero que esta es una razón por la cual se aprecia un aumento en el interés por formas de vida en las que la espiritualidad se experimenta de forma natural e irrenunciable en la vida cotidiana. Yo veo aquí la causa por la que se hace cada vez mayor el interés por acercarse a otros pueblos que viven de esa manera o que tal vez conservan aquello que quizás nosotros alguna vez tuvimos pero que hace mucho tiempo perdimos o que puede ser que se encuentre enterrado muy muy profundo en nuestro interior, pues en el fondo se nota que algo falta.


— PL: Cree usted que el impacto de «La Buena Vida», al ser el director un extranjero, especialmente proveniente de uno de los países que se beneficia del carbón que se extrae del Cerrejón es o será igual como si el director fuera un colombiano?

— J.S. En nuestro equipo contamos con una directora de producción colombiana. Ella también hace películas en Colombia y en una charla sostuvo rotundamente que si esta película hubiera sido producida por colombianos, o bien no se hubiera podido terminar porque no la hubiera financiado nadie o porque no hubiera recibido los permisos correspondientes, o bien nadie la hubiera tomado en serio. Muy claro dijo ella que, en su opinión, un documental de este tipo solo podría ser hecho desde el extranjero. Esto, naturalmente, dice mucho de la estimación que en el propio país se tiene del enorme tesoro cultural que posee Colombia y que lastimosamente no es muy alta.

Por supuesto esto tiene mucho que ver también con el clima político o con la situación política en el respectivo país. Tal como yo lo puedo apreciar, el clima político en Colombia en este momento no permite un movimiento significativo que se ocupe de esta temática, porque la dirección o el camino por el que discurre la política colombiana no deja ningún espacio para esto. Más bien, como ha dicho el presidente Santos, la minería es considerada como uno de los principales impulsores del desarrollo de Colombia. Así, desde luego, no queda margen alguna para poner en tela de juicio este tipo de explotaciones mineras.


— PL: ¿Cómo fue el manejo del idioma durante el rodaje? ¿Fue difícil con el wayuunaiki?
— J.S.: Nuestro equipo en el rodaje se componía de seis personas, dos de las cuales no hablaban español en absoluto, el camarógrafo y el asistente de cámara. Yo hablo español suficientemente bien, bueno entiendo la gran mayoría. Además teníamos dos colombianos trabajando en el equipo. Eso sí, no teníamos a nadie en el equipo que hablara wayuunaiki. Respecto a la comunicación en español no tuvimos ningún problema. Con todo, tuvimos que aprender a asumir que siempre que estábamos en Tamaquito los miembros de la comunidad, cuando no querían que se entendiera de que hablaban, cambiaban de español a wayuunaiki. Esto era, por llamarlo de alguna manera, una especie de maestría, para conseguir seguir una conversación que iba y venía de español a wayuunaiki.

 

— PL: Entonces puede afirmarse que los integrantes de la comunidad no se avergüenzan de su propio idioma...

— J.S.: Si, este es precisamente uno de los aspectos más destacables que encontré en Tamaquito. Ellos tienen una gran consciencia del valor que tiene su propia cultura y su propio idioma. Supongo que también la confrontación existencial con el reasentamiento los ha llevado a analizar y valorar su propia cultura y a preguntarse qué es lo que nos importa, qué es lo esencial. La consciencia de los wayuu sobre el valor incalculable que el idioma representa es remarcable. En otras comunidades indígenas he vivido esta cuestión de forma parcialmente diferente, quizás porque todo lo que supuso la historia de la colonización destruyó la consciencia sobre el valor de la propia cultura y lo hizo de forma definitiva. Admirablemente, en Tamaquito esto no sucedió.


— PL: Frente a intereses económicos tan grandes como los que involucra el Cerrejón, con los antecedentes de abuso de la fuerza que se han registrado en torno a esta explotación de carbón y en general en un entorno peligroso, filmar un documental como “La Buena Vida” implica asumir un riesgo de seguridad. ¿Enfrentó alguna vez un episodio de amenaza o de temor?

— Esta es una pregunta complicada. Antes de ir a grabar no éramos conscientes en toda la extensión, de todo lo que sucedía en el lugar. Lo entendimos ya cuando estábamos allí. En todo caso no estábamos del todo mal preparados porque teníamos compañeros de trabajo colombianos en el equipo y por ejemplo la directora de producción, que tenía mucha experiencia trabajando en regiones rurales en Colombia, empezó a preparar una red de personas de confianza antes de nuestro viaje, sobre todo encargados del transporte para ir de un lugar a otro. De esta manera se evitó que de repente toda la región se enterara de que llegamos y de qué cosas llevábamos, sino que contamos con personas de confianza desde el principio. Esto sin duda nos ayudó mucho. Además la comunidad misma ha establecido una serie de normas de seguridad a efectos de vivir ilesos en su territorio. Jairo, el líder de Tamaquito, nos informó detalladamente sobre estas normas y nosotros atendimos dichas condiciones.

 

El nombre del documental, «La Buena Vida», tal como lo explica Schanze, invoca la cosmovisión de los wayuu y de muchos otros pueblos indígenas, recogida en el idioma wayuunaiki en la expresión Sumak Kawsay, según la cual se debe vivir en armonía con el entorno y con los otros seres vivientes, sin perjudicarse los unos a los otros y sin que sea necesaria la acumulación de bienes materiales.

El reasentamiento, en el fondo forzado, de la comunidad wayuu de Tamaquito provocará a la larga la pérdida de sus valores culturales, de sus costumbres, de su lengua, cuando no de su existencia y con ello la posibilidad de seguir su ejemplo de buen vivir.

Desde PuntoLatino felicitamos a Jens Schanze y a su equipo por su extraordinaria obra; le agradecemos por su tiempo y por permitirnos acercar al mundo wayuu y a su problemática y le deseamos muchos éxitos. 

 

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 Claudia Gafner-Rojas de PuntoLatino con el director Jens Schanze en el cine RifRaf (Zúrich)


 

Sinopsis del filme en PuntoLatino ...


 Página oficial de «La Buena Vida» ...

 

 


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